Dicen las malas lenguas que Coimbra canta, Braga reza, Lisboa se divierte y Oporto trabaja". Sea como sea, la capital del norte de Portugal tiene mucho de lo que presumir, mucha historia en cada azulejo y frenética vida en las aguas del Douro. No en vano, el poeta Luís de Camões dijo de Oporto que es el "nombre eterno de Portugal". Quizás esto, en la actualidad, sea obvia consecuencia de su famoso vino, toda una Denominación de Origen de un producto de excelente calidad y mejor éxito. Como la propia ciudad que lo riega.
Pero si hemos de hablar de “regadíos”, quien se lleva la palma es el río Duero, frontera entre Oporto y Vila Nova de Gaia, la verdadera reina de la corona del famoso caldo, donde se sitúan los viñedos y caves (bodegas) como Bodegas Porto Cálem (abiertas a las visitas). El Duero es la personalidad de la ciudad y la dueña de seis puentes que completan cualquier estampa que se precie de la urbe, ¿qué sería de una visita a Oporto sin haber contemplado el puente de Don Luís I? Pero sin duda, la mejor panorámica que podemos obtener de la ciudad es desde esta arteria de agua dulce. Para ello, recomendamos acercarse a Cais da Ribeira (la zona más animada de la orilla) e informarse de las ofertas y travesías de las diferentes navieras que programan tours de una hora pero también de hasta diecinueve, para vivir el Oporto más fluvial (incluso existe la opción de navegar el Duero por la noche, con cena romántica incluida).
Desde lejos, Oporto parece un cúmulo gris de tejados rojos que parten desde la Catedral de la Sé y descienden por niveles hasta llegar a la orilla del río. Pero para conocer los entresijos de esa masa escalonada, lo mejor es caminarla, disfrutarla a cada paso. Las empinadas cuestas son solo un pequeño escollo que se ve recompensado con el encanto auténtico de edificios de paredes desconchadas, callejuelas adoquinadas, serpenteantes caminos y una nostalgia que se ve salpicada de modernidad. Oporto es una sorpresa a cada paso, desde el barrio de Rotunda hasta el Casco Viejo pasando por la vigía del horizonte portuense, la Torre dos Clérigos (cerca de donde se encuentra la neoclásica Livraria Lello e Irmão, considerada una de las más bellas del mundo) y por la reina de las compras, la peatonal Rua de Cedofeita... El encanto de lo natural. Sin más ni menos.
Entre tanta subida y bajada, una pausa nunca viene mal. No se asuste el viajero si se sienta en una terraza sin acera en plena cuesta compartiendo, por muy poca distancia, espacio con las idas y venidas del tranvía, herencia del siglo XIX. Esto es Oporto. Aquí todo va lento y en las calles estrechas, todo se comparte. El tranvía es símbolo inequívoco de que en esta ciudad se venera lo viejo, la pátina indeleble de otra época (y siendo prácticos, es la forma más fácil de ascender las callejuelas, además de la más romántica). Actualmente hay tres líneas. Recomendamos la ruta urbana Massarelos-Carmo que sale desde la Torre dos Clérigos descendiendo por el Solar do Vinho do Porto, por los jardines románticos del Palacio de Cristal hasta llegar a Massarelos, lugar donde se remata el trayecto en el Museo do Carro Electrico. Pero algo más salvaje es la ruta más antigua de Oporto, Infante-Passeio Alegre, que recorre la ribeira hacia el estuario del Duero, con unas vistas sobrecogedoras sobre Vila Nova de Gaia y sus verdes caves mientras la fuerza de las aguas del río aumenta.
A pie, en tranvía, metro, barco... incluso en el Funicular dos Guindais (unión entre la Praça de Batalha con la ribeira).
Todo, absolutamente todo, antes de sacar el coche en Oporto. Los
portuenses no tiene buena fama al volante (se lo han ganado a pulso,
desde luego) y el caos reina en unas calles estrechas donde las
terrazas, los viandantes y los tranvías han de convivir en un difícil
equilibrio, ¿para qué echar más leña al fuego? Oporto es una ciudad para vivirla con los pies en la tierra... y con las papilas gustativas.
Un alto en el camino en Oporto solo se merece una cosa: una francesinha;
un monstruo calórico que hay que probar, sí o sí. Chorizo, jamón
cocido, mortadela y un filete en pan blanco, todo cubierto de queso
gratinado y regadísimo con salsa de tomate. Para quienes prefieran algo
más ligero pero igualmente autóctono, las sardinas y el bacalhau, cómo no, también en forma de bolinhos. ¿Y para beber? Una cerveja
Super Bock o Sagres (marcas lusas de cebada) o, evidentemente, una
copita de Oporto. Para irse con las maletas llenas y gastronómicas,
aconsejamos una visita al barrio de Santa Catarina, epicentro comercial de la ciudad donde se encuentra el Centro Comercial Via Catarina, calles que concentran tiendas y la joya de la corona foodie portuense, el Mercado do Bolhao, antigua lonja que mantiene su aspecto antiguo. Pero para lugares gourmet con encanto, A Pérola do Bolhao, cuna de los productos delicatesen lusos,
cuyos característicos azulejos de la fachada son recuerdo de otra
época, del año 1917 cuando abrió por primera vez para vender porcelanas y
mosaicos. Otro contemporáneo e imprescindible gourmet es Comer e chorar por máis, inaugurado en 1916 y con productos casi de colección (rogamos la cata de su queso curado picante).
Pasear, beber, comer... y cantar. Decía el refrán que Coimbra lleva la
voz cantante en Portugal, pero el fado no pasa desapercibido en Oporto.
Que se lo digan a las personas que se concentran noche sí y noche
también en Mal Cozinhado, un restaurante dedicado en cuerpo, alma y plato, a mimar la esencia portuguesa que pasa por las dulces interpretaciones de los fados.
Pero además de esta preservación de la cultura lusa, los portuenses han
sabido despertar a las más vanguardistas tendencias sin romper esa
veneración por la tradición.
Así, en la noche portuguesa destacan locales como Maus Hábitos, un café bar multiusos donde las actuaciones en vivo y las exposiciones en sus salas, son la tónica habitual. Pero sin duda, el oasis cultural es la Fundación de Serralves, un museo de arte contemporáneo ubicado en un parque de 18 hectáreas donde se halla la Casa de Serralves, edificio Art Déco
que acoge exposiciones temporales. Oporto se está convirtiendo en
núcleo cultural, no solo receptor, sino también productor de eventos,
como en el caso de la celebración de la primera edición del Optimus Primavera Sound en Portugal en el año 2012 o el Fantasporto, Festival de Cine Fantástico de Oporto.
Oporto es ciudad de entretiempo, para disfrutar en las floridas primaveras y en los contrastes del otoño siempre con temperaturas agradables. Oporto es esencia, es fidelidad a la tradición pero con una valiente apertura de miras bien encauzada, sin romper esas raíces portuenses que se muestran en cada rincón. Oporto es la que trabaja, sí. Y con inigualables resultados.
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